Palabras de los doctores Conrado Franco Varotto –ex director ejecutivo y técnico de la Conae- y Juan Tirao -presidente de la Academia Nacional de Ciencias-, difundidas por el sitio oficial Argentina.gob.ar para destacar la trayectoria del doctor Alberto Maiztegui, quien falleciera en Córdoba el lunes 18 a los 98 años. Además, entrevista publicada por el diario La Voz en diciembre de 2015 y comentarios de lectores bajo la información sobre su fallecimiento.
De Conrado Varotto:
«Como alguien que no nació en Argentina pero que le debe agradecer todo a la Argentina, no puedo dejar de pensar que el Dr. Maiztegui es uno de los causantes de esa deuda de agradecimiento. He tenido la oportunidad de conocer a Alberto contribuyendo en mi formación profesional, como excelente maestro. Pero también tuve la oportunidad de ver el esfuerzo puesto junto a María del Carmen para formar y educar una familia acorde a valores que ambos consideraban imprescindibles e irrenunciables.
“Cuanto bien nos haría hoy que las nuevas generaciones de argentinos pudiesen ver este aspecto de la Santa humanidad del Dr. Maiztegui.
“Alberto, te acompañamos con nuestras oraciones y vos, por favor, ayúdanos con las tuyas, junto al Señor.
“Un gran abrazo
Varotto»
De Juan Tirao:
«Estimados colegas: como muchos de Uds. ya sabrán, en el día de hoy ha fallecido el Dr. Alberto Pascual Maiztegui, quien fue Presidente de la Academia Nacional de Ciencias y gestor de innumerables actividades relacionadas a la docencia, la investigación, la formación docente y la divulgación y la enseñanza de la Ciencia.
“Durante su gestión al frente de la Academia Nacional de Ciencias (ANC), el Dr. Maiztegui fue el principal impulsor y responsable de la apertura de nuestra institución a actividades relacionadas con la enseñanza escolar, promoviendo la vinculación entre los distintos niveles de la Enseñanza fundamentalmente a través del Convenio de Cooperación Interinstitucional que gracias a su esfuerzo y dedicación se firmó en el año 2000 entre la Academia Nacional de Ciencias, la Universidad Nacional de Córdoba y los Ministerios de Educación y de Ciencia y Tecnología de la provincia de Córdoba.
“En este momento tan triste, le hacemos llegar nuestras más sentidas condolencias a las hijas, nietos y bisnietos del Dr. Maiztegui, a sus amigos y discípulos. Alberto ya está con María del Carmen.
Juan Tirao»
El mismo sitio compartió imágenes captadas el 10 de junio de 2011, “jornada histórica para la Conae en oportunidad del lanzamiento del satélite de observación argentino SAC-D/Aquarius” cuando el Programa 2Mp recibió la visita del “ilustre doctor Alberto Maiztegui, quien fuera director del Instituto de Matemática, Astronomía y Física (actual Facultad de Astronomía, Matemática y Física) de la Universidad Nacional de Córdoba, presidente de la Academia Nacional de Ciencias y Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Córdoba. Desarrolló además una labor impecable en el campo de la ciencia, la investigación y la docencia y escribió, entre otros muchos textos académicos, junto a Jorge Sabato, el recordado libro Introducción a la Física destinado a la enseñanza de nivel secundario a través del cual estudiaron millones de jóvenes de Argentina y América Latina”.
En aquella oportunidad, “rodeado de los chicos del Instituto Agrotécnico Padre Domingo Viera de la ciudad de Alta Gracia, provincia de Córdoba, el doctor Maiztegui se mostró muy interesado por la actividad del Programa educativo 2Mp de la Conae y apreció el trabajo de los alumnos en las computadoras. Fue un gran honor que este reconocido académico y formador de generaciones de alumnos nos haya visitado y recordamos con mucho agradecimiento la manera positiva en que valoró la tarea realizada por el programa”.
La Voz
31 de diciembre de 2015.-
Físico privilegiado
Alberto Maiztegui, de 95 años, es uno de los científicos más reconocidos de la Argentina. Trabajó con Enrique Gaviola y José Antonio Balseiro, además publicó un manual de física con Ernesto Sabato.
Sobre la genética de la familia Maiztegui algún designio obró con beneplácito concediéndoles el don de la longevidad. El profesor Alberto es el último de una camada de ocho hermanos y está a cinco años de festejar un siglo de vida. “Mi familia es longeva, mi papá llegó a los 90 años, mi mamá a los 100, y los hermanos, salvo una, se han muerto a los noventa y tantos, de manera que tengo ese beneficio”, dice. Alberto vive en Colinas de Vélez Sársfield, un barrio cercano a la Ciudad Universitaria que parece diseñado especialmente para confundir a los taxistas.
Su casa se asemeja bastante a un museo de miniaturas. Tres escalones después de la puerta empieza el living, donde hay un piano de cola enorme sobre el que reposan docenas de portarretratos. Hacia la izquierda hay una escalera que conduce a las habitaciones. Por esa pared van trepando cuadros a distintas alturas hasta donde se pierde la vista. La casa toda está pintada de blanco, pero casi no se nota, porque en todas partes hay cuadros colgados. Es imposible detenerse a verlos todos.
Maiztegui camina con ligereza mientras va a su habitación en busca de un audífono para regresar enseguida. “Soy bastante sordo, téngame paciencia”, pide antes de sentarse. Luego hace señas de que está listo para comenzar.
El hombre que formó una tríada con dos de los científicos más importantes de la historia argentina, Enrique Gaviola y José Antonio Balseiro, se arrellana en su asiento y sonríe esperando el puntapié de la charla, que comienza por las pinturas. “Ese retrato en lápiz me lo hizo Matilde Hubaide –dice señalando sobre su hombro un retrato suyo–. Y aquellos dos son de Antonio Monteiro. Y ese de allá, vea, ese es de Álvaro Izurieta”. Las pinturas abundan y es difícil no prestarles atención. Lo mismo ocurre con las fotos y las bibliotecas. Hay bibliotecas pequeñas, medianas y grandes.
Hay muebles con objetos por todas partes. El ambiente huele a madera y a pisos encerados. Cada hogar tiene un perfume único, compuesto por una mezcla de fragancias imposibles de descifrar. Si en esta parte de la descripción la metáfora hiciera de las suyas, no estaría mal decir que una de las fragancias que predominan es la de la historia vivida: el hombre sentado a la mesa en este ambiente 15 grados más fresco que el exterior, que vive solo aunque dice que siempre está acompañado (sobre todo de noche), es uno de los últimos puentes que unen nuestro presente con la revolución científica en la Argentina de las décadas de 1940 y 1950.
En primera persona
Del pasado que protagonizó el profesor Alberto Maiztegui ya no quedan testigos. Sabemos de esas épocas por fotos, escritos, documentos y relatos. Pero sólo en sus ojos y en su voz están grabados con claridad los pasajes y los datos precisos que tienen la fuerza demoledora del protagonismo. Uno de esos pasajes está cercano al inicio de su carrera, cuando se abrió la puerta del aula donde tomaba clases y entró un profesor nuevo, recién llegado de París. Ese profesor era el por entonces docente de física Ernesto Sabato: “Mi relación con Ernesto viene de cuando yo era estudiante del instituto del profesorado secundario de Buenos Aires y él se incorporó al cuerpo docente. Me cautivaron sus ideas y expresiones, sus intereses –rememora–. Cuando me recibí estuve de ayudante alumno con él y tuvimos mayor contacto. En esa época, año 1942, 1943, estaba en su crisis por dedicarse totalmente a la literatura”.
Sabato finalmente acabaría volcado a las letras, pero antes dejó escrito el primer tomo de un texto de física para escuelas nacionales de comercio y le ofreció completar ese trabajo a Maiztegui. Así aparecería en 1946 Los elementos de física (…).
“Fue mi introducción a la escritura de textos –dice Maiztegui–, eso se lo debo a Ernesto. Luego seguimos tratándonos. Cuando cortó con la física se vino a vivir a Córdoba, a Cabalango, a un rancho sin luz. Y nos consiguió un lugar para pasar nuestra luna de miel cuando me casé, en la casa de unos amigos suyos que tenían una mansión con un parque hermoso cerquita de Carlos Paz”.
El contacto no se perdió, aunque se volvió más espaciado. Sabato también se encargaría de recomendarle que canalizara su interés por la docencia y la investigación en física con Enrique Gaviola en el Observatorio de Córdoba. “Esa gente trabaja en la frontera de la física”, le dijo el escritor. Y así fue que los Maiztegui se vinieron en el año 1947.
Hombre nuclear
En Gaviola encontraría, además de un mentor, a uno de los científicos con más preocupaciones respecto de la comunidad y la idea de fomentar cuestiones como la formación y la suma de las voluntades. Su preocupación y su trabajo fueron importantes para que otros científicos se acercaran. Entre ellos, el joven José Antonio Balseiro, quien trabaría amistad con Maiztegui. El nombre de Balseiro terminaría años más tarde consolidándose como uno de los más importantes del país. Entre otras cosas, Balseiro trabajó con Maiztegui en el Instituto de Física de Bariloche, un centro atómico que empezó como una modesta propuesta lejana en distancia y en tiempo y que, tras la muerte de Balseiro (fue su primer director) fue bautizada con su nombre.
“Se le ha prestado relativamente poca atención a lo nuclear –dice Maiztegui–. Hay poca información, la energía nuclear es una novedad que surgió en los años ‘40, y si no entendemos de qué se trata por nuestros propios medios, tenemos que comprar lo que nos vendan. Sin poder poner límites formales, tenemos que participar de los desarrollos para tener cierta dosis de autonomía, somos capaces de hacer reactores nucleares que se han vendido, y es necesario formar gente de altísimo nivel. El Instituto Balseiro los formó, eso es beneficioso para el país. La ciencia parece un artículo de lujo, pero no lo es, es un artículo de necesidad”.
Para graficar el salto desde esos comienzos en blanco y negro y hasta la actualidad, Maiztegui evoca una fotografía de la reunión de la asociación física argentina del año 1946, en el Observatorio Astronómico de Córdoba, en las escalinatas de entrada. “Éramos todos los físicos de la Argentina y en total sumábamos 40 más o menos –dice–. Este año se cumplieron los 60 años del Instituto Balseiro y concurrieron algo así como 300 egresados del Balseiro solamente. El crecimiento ha sido grande desde aquella primera fotografía hasta ahora”, dice con una sonrisa.
Maiztegui dice que su mayor mérito fue aprovechar la oportunidad. Lo dice con la honestidad de quien confiesa que tuvo la versatilidad para difundir el conocimiento, de quien advirtió la necesidad de establecer vínculos en distintos niveles educativos y pudo crear, desde la universidad, las ferias de ciencias en la Argentina para que tanto las escuelas primarias como secundarias tuvieran la oportunidad de intercambiar saberes y problemáticas.
Y lo dice también cuando demuestra que el científico es en esencia una persona creativa, capaz de escribir un segundo libro con el sobrino de Sabato, Jorge, que se llamó Introducción a la física y que se considera uno de los textos más originales de abordaje a la materia, por cómo se presenta el tema. “Lo escribimos cuando teníamos veintitantos y circuló por toda Latinoamérica –cuenta con sorpresa–. Incluso hubo una edición en portugués. Tuvo más o menos 50 años de vigencia en las escuelas, y estimo que hemos llegado a ser leídos por unos 5 millones de chicos; eso es un orgullo legítimo que tenemos Sabato y yo”.
Hoy Alberto dice que la música es importante en su vida. Su hermano Isidro Buenaventura Maiztegui fue músico profesional. Pero el piano está en silencio en el living de su casa desde hace tres años, y sobre el lomo le han crecido un montón de portarretratos. Por suerte le quedan los DVD llenos de conciertos, que a la tarde suele poner para reencontrarse con buenas composiciones de la mano de Arthur Rubinstein.
Maiztegui está en la puerta y saluda con calidez, agradece la visita. La última pregunta al hombre que ha estrechado la mano de varios premios Nobel es qué le queda de todo eso. “La satisfacción de haber intercambiado una conversación con ellos”.
Perfil:
Alberto Maiztegui (Gualeguay, Entre Ríos, 1920) es docente e investigador en Física. Formó equipo con reconocidos profesionales de la talla de Enrique Gaviola y José Balseiro. Fue director del Famaf y publicó junto a Ernesto Sabato Los elementos de física en 1946 e Introducción a la física, junto a Jorge Sabato.
Documental. En el marco del Posgrado en Documentales de la Escuela de Ciencias de Información, se realizó el corto documental La fórmula Maiztegui, dirigida por Natalia González. Se estrenará online en marzo en VOS.com.ar, junto a otras tres producciones.
Comentarios de lectores
Yo estudié física con su libro en el Liceo Militar.
Quisiera saber si los estudiantes de hoy podrían usarlo como nuestra generación.
Lo tuve de profesor en Física II, un exigente y gran profesor, aún conservo en mi biblioteca su libro de física que escribió con Sábato…. Como me hizo sufrir!!!! Gran persona! Lástima que cada vez hay menos….
Fue mi docente de Física II en Ciencias Químicas. Me aprobó con el máximo puntaje al rendir la materia porque realmente había aprendido de sus secretos de la rama de la Óptica!
Más adelante, en El Arrabal en Bo Güemes, tuve el placer de tomar su mano, comentarle cómo lo había conocido, cómo lo admiraba y tuve el placer de darle un beso
Mas que profesor un verdadero Maestro
Se fue un Gran Maestro de la Física.
Humilde x dónde se lo mire, como todo MaESTRO.
Q. E. P. D. Gracias x tanto
Gracias profesor por toda tu enseñanza cuando aún era el IMAF, tanto en la física como en la humildad que deben tener los grandes en serio. Cuánto orgullo para sus descendientes. QEPD
Gran profesor. Fue un placer ser su alumna.
Un grande!!!! gran profesor!!
Se fue un grande!!! Que descanse Maestro!!!
Fue el maestro. Tuve el placer de conocerlo. Poseía la humildad de los grandes
Gran profe lo tuve en los teóricos de ciencias químicas 1983 en batería de aulas en lo que en esa época era imaf nos enseñó a querer y respetar la física
Un Maestro, con mayúsculas. A cuántos desburró con sus libros de ediciones simples y gran contenido.
Ciao, descanse en el Cielo de los Dignos.
Quien no estudió con el MAIZTEGUI, q lástima que estos personajes no son más populares, deberían mostrarlos más en los medios, los caminos que construyeron son para que mucha gente los transite, hay muchos casos en Argentina.
Este señor es palabra sagrada acá en Famaf. Lástima que no llegué a conocerlo.
Gran maestro. Estudié con sus textos y más tarde recibida de profesora de Física los recomendé a mis alumnos. Tuve la suerte de conocerlo personalmente en un curso. Gran persona. Descanse en paz profesor.
Descanse en paz Profesor. La primera vez que hablé con él, fue cuando lo conocí en una feria de ciencias para estudiantes secundarios en la Escuela Normal A. Carbó en el año 1966. Yo había cumplido 15 años y, junto con mis compañeros en equipo del Colegio Sarmiento de Jesús María alcanzamos el tercer premio de la feria. Un gran recuerdo. Deja una vasta y prolífica labor en la ciencia, docencia, enseñanza, cariño a los estudiantes y sus libros, que también utilicé para completar los estudios. Enorme trayectoria de una persona de bien.
Gracias por todo profe
Un verdadero SEÑOR. Recuerdo que asistí a una charla que dio en el colegio Zuviria de Las Varillas, y la empezó con un simple: señoras y señores. Luego comentó que era la mejor forma de dirigirse a los presente sin tanta retórica de «señor rector de….» «sra licenciada…», ya que el título de señor uno se lo merece no por lo que estudió o el cargo que ostenta, sino por su comportamiento ante sus semejantes
Inolvidables clases de Física 1 y 2 en baterías en 1988!!!! Inolvidables exámenes también!!!
Cuantos estudiamos con sus libros, un auténtico docente, vivía para sus alumnos
Que en paz descanse maestro, autor de uno de los mejores libros de física!
Dos generaciones estudiaron con su libro, lamentablemente un desconocido para la mayoría, muchas gracias!! y que descanse en paz
Fuentes:
https://www.argentina.gob.ar/noticias/despedida-al-dr-alberto-maiztegui
http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/murio-los-98-anos-el-cientifico-alberto-maiztegui