Poesía y metáfora, claves numéricas que incentivan la búsqueda, viñetas que parten de un símbolo, el lector como destinatario de una invitación a adentrarse en el mundo de El Infinito. Una propuesta de Pablo Bernasconi, quien presentó su más reciente creación literaria hace una semana en Estación Araucanía.
Un texto introduce a inacabada, por siempre susceptible al enriquecimiento, definición. Desde siempre, dice, “la humanidad quiso encontrar las razones de todo aquello que desconocía. Muchas de esas explicaciones duraban eternidades, solo porque allí estaban y a nadie se le ocurría ponerlas en duda. Los científicos, los aventurados y sobre todo los filósofos se encargaban de brindar respuestas utilizando razonamientos en cierta medida lógicos pero casi siempre equivocados”.
Cuando la ciencia intenta descubrir el infinito, “los números no alcanzan, las fórmulas se despedazan, surgen las paradojas y sobreviene la angustia. La poesía, en cambio, propone un acercamiento desde la escala humana, nos aleja de la soberbia y resuelve de modo amable una pregunta inasible”.
La metáfora, continúa, “es un ejemplo contundente de humanidad y consideración, desde el punto en que está dedicada a la inteligencia del otro, del lector.
“Lo que sabemos, que siempre es poco, depende de lo que creemos, que nunca es mucho. Y así está el mundo. Bienvenidos al Infinito”.
El infinito es…
el momento exacto entre la vigilia y el sueño. Quien se mantenga ahí lo petrifica para siempre.
un carpintero esperando al amor de su vida, en la vida equivocada.
esa pesadilla en la que estoy dentro de la lluvia del televisor y me toca barrerla con escarbadientes.
un grano de arena en algún desierto del planeta que contiene grabado un mapa para encontrarse a sí mismo.
un náufrago que cree que si sacara el agua del mar con un vaso podría irse a casa caminando.
una cajita musical llena de silencios.
el ojo de un artista justo antes de empezar a dibujar.
un ángel soñando.
una idea que no quiere, no se deja, se rehúsa a ser en una palabra.
dos partículas de polvo que juegan a las escondidas en planetas diferentes…
Abierta la ventana de la tapa negra, asoma el rey con su espada-zanahoria y el símbolo incorporado, “su herramienta de defensa. Siempre luchando o aliado de algo que protege al infinito, resguardando. Es el conocimiento versus la ignorancia”, define quien encontró inspiración para ese personaje en William Shakespeare: podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito. La misma cita con la que Jorge Luis Borges inicia El Aleph.
Mayoría niños, los asistentes al encuentro respondieron a la invitación de plasmar concepciones propias con creaciones que fueron expuestas en una pizarra. Manifestaciones que podrían augurar discípulos entre los admiradores del artista que trasciende el diseño gráfico.
Desde la gestación hasta la publicación de El Infinito transcurrió un año y medio, señaló Bernasconi. “Trabajo mis libros en ratos libres, como si fueran un hobbie por el hecho de tener tareas habituales en diarios y esas cosas”. Artesanía conjugada con poesía en mínima expresión representan una variable entre cuentos, “historias donde la extensión es más permisiva en cuanto a páginas”. Aquí “cada letra de cada palabra, cada estrofa tiene sentido; algo que generaba antes de forma más visible con la imagen. Soy muy meticuloso con todas las pistas que voy dando, cruzando referentes, apelando a la metáfora”, describe.
Recurso que define como “traslado de universos” relacionándolo con la inscripción que identifica a los camiones de mudanzas en Grecia, “una linda forma de explicar qué es una metáfora”.
Iniciado el proceso creativo con la escritura o la ilustración alternativamente, en este caso escogió dedicarse “a los textos sin saber qué pasaría con las imágenes que, emparentadas, lo potencian, crecen exponencialmente en sentidos. La imagen tiene mucho que ver en la retórica, en la conducción por estas páginas”.
Una frase de Edgar Alan Poe, “la palabra infinito, como las palabras Dios y espíritu, no es en absoluto la expresión de una idea sino un esfuerzo en su dirección; reúne lo que quiero con este libro. En especial, la concepción de ideas en lo artístico es un esfuerzo en su dirección. Contar con una palabra, un dibujo, o un símbolo, que no hay forma de abarcar el infinito inasible”.
Está claro “que la palabra infinito, el concepto, reviste una abstracción, una ambigüedad iniciática. Cuando uno se asoma a ese acantilado sin fondo puede angustiarse, recular, reírse, mirar para otro lado, buscar ayuda. La palabra contiene un montón de sensaciones y sentimientos que empiezan a tocar lo más profundo. Cuando uno lo enfrenta empequeñece.
“El concepto existe desde que el hombre se hace preguntas sobre dónde está el límite de las cosas”. Una de las formas de relacionarse con lo cíclico, lo que no tiene fin, son las representaciones.
Como el uróboros, la serpiente que une boca y cola; la cinta de Möbius, las fórmulas matemáticas, las definiciones filosóficas o dogmas religiosos. Concepciones esbozadas por Bernasconi mediante expresiones e imágenes proyectadas en pantalla. “Con este libro salí bastante cambiado” por el aprendizaje adquirido al sumergirse en diversas concepciones, admite.
“El infinito es, no crece ni decrece, no aumenta ni se reduce, directamente es”. Desde distintas disciplinas se ha intentado “domesticar” el concepto, la definición o concepción para acercarlos al conocimiento humano. Para las religiones, {\displaystyle \infty }infinito es dios.
“Luego, las artes. Poe, con su definición y Shakespeare en Hamlet. Acá es donde el arte aporta su sensibilidad propia para lo inasible a través de la metáfora”, señala.
Nutrido de ello, el libro de Bernasconi “es un portal, la puertita en la tapa permite asomarse. Sin la angustia que puede proponer la filosofía, sin lo ininteligible que puede resultarnos acceder a una ecuación matemática, sin involucrarse con una deidad. Lo que propone el arte es acercarnos desde la poesía. Lo que intenté con este libro fue darle escala humana por medio de metáforas, bocetos, viñetas, dibujitos que proyectan la intención de generar un libro entero al que, como a todos, sea necesario retornar para digerirlo”.
Pleno de pistas, “ninguna es casual. Están relacionadas para adentrarse, para extender la experiencia en cada página. Traten de dilucidar lo que representa el número de cada página, está íntimamente relacionado con ese concepto”. Cada elemento guía al portal a que el lector puede asomarse desde su propia experiencia y sensibilidad.
El infinito es…
abandonar un libro justo en el momento en que estaba por cambiarte la vida.
un frasco lleno de tinta blanca derramado en la nieve.
el manual de instrucciones de la máquina que hace funcionar el sol y las estrellas.
la fórmula de la felicidad…
O una de las nueces obsequiadas por Nina (hija del autor) a cada uno de los asistentes. Indicio de individuales reinados en infinitos mundos particulares.
Teresita Méndez
Instantes en imágenes