Aquel 29 de julio de 2000 los corazones sintieron el impacto. Las noticias hablaban de la muerte del médico René Gerónimo Favaloro. Aún quienes no tuvieron el gusto de conocerlo, aunque fuera como soporte al tránsito por la enfermedad, sintieron que partía uno de los emblemas de la profesión. Un hombre que admiraba al general José de San Martín y encarnaba sus ideales. Hoy es el Día Nacional de la Medicina Social en su homenaje.
“Siempre he creído que toda realidad futura se eleva sobre cimientos de ideales y utopías. Sin duda, soñar es tarea fecunda. Dejaría de existir si no tuviera por delante desafíos que involucren por sobre todas las cosas, contribuir dentro y fuera de mi profesión al desarrollo ético del hombre”. René Favaloro en la Conferencia «Ciencia Educación y Desarrollo» realizada en la Universidad de Tel Aviv en mayo de 1995.
Integrantes de la Cruzada Solidaria A Corazón Abierto señalan: “nosotros formábamos parte de la gente común, tal vez la más sensibilizada, la que absorbe con silencio” lo inexplicable. “Impulsados por el sentimiento del dolor fuimos llegando a la puerta de su Fundación. Veíamos reflejada en ella, el hijo que la vida no le había dado”. Así recordaban aquel 29 de julio, jornada que enlutó a la República Argentina. Por decisión propia partía uno de sus más destacables defensores.
Iniciada una campaña para que el Estado devolviera a la Fundación el subsidio que le correspondía, las firmas llegaron desde todo el país. El Congreso de la Nación, a través de la entonces diputada María del Carmen Falbo, trató un proyecto elevado por la Cruzada. Fue aprobado el 27 de noviembre de 2001 en Diputados y el 23 de mayo del año siguiente en Senadores. Quedaba así estipulado que el 12 de julio, fecha del natalicio del doctor René Gerónimo Favaloro, sería en adelante el Día Nacional de la Medicina Social.
El 17 de mayo de 2004 una comitiva integrada por quien fuera su profesor el doctor José María Mainetti, la doctora Natalia Mainetti, su prima Doelia Negri Favaloro, Félix Miguel y miembros de la Cruzada Solidaria -María Querol Visconti, Leticia Rivadeneira, Susana Rezzónico, Nora Di Pardo y Elido Scían- “fuimos recibidos por el ex presidente Néstor Kirchner, quien reglamentó dicha ley, 25.598-decreto 614/04”.
A través de la Fundación Favaloro accedemos a datos biográficos del médico rural argentino que estudió y perfeccionó su arte en Estados Unidos retornando luego al país para aplicar aquí sus conocimientos.
René Gerónimo Favaloro nació el 12 de julio de 1923 en una humilde casa del barrio El Mondongo de La Plata. A tan sólo una cuadra se levantaba el Hospital Policlínico como presagio de un destino que no se hizo esperar. Con apenas cuatro años de edad Favaloro comenzó a manifestar su deseo de ser «doctor».
De vez en cuando pasaba unos días en la casa de su tío médico, con quien tuvo oportunidad de conocer de cerca el trabajo en el consultorio y en las visitas domiciliarias. Puede haber radicado allí el germen de su decisión. Sin embargo, la esencia de su espíritu iba más allá de su vocación y era mucho más profunda: recalaba en los valores que le fueron inculcando en su casa y en las instituciones donde estudió. Sobre esa base edificó su existencia.
Cursó la primaria en una modesta escuela de su barrio donde, con pocos recursos, se fomentaba el aprendizaje a través de la participación, el deber y la disciplina. Después de la escuela, pasaba las tardes en el taller de carpintería de su padre ebanista, quien le enseñó los secretos del oficio. En los veranos se transformaba en un obrero más. Gracias a sus padres -su madre era una habilidosa modista- aprendió a valorar el trabajo y el esfuerzo.
Su abuela materna le transmitió su amor por la tierra y la emoción al ver cuando las semillas comenzaban a dar sus frutos. A ella le dedicaría su tesis del doctorado: «A mi abuela Cesárea, que me enseñó a ver belleza hasta en una pobre rama seca».
En 1936, después de un riguroso examen, Favaloro ingresó al Colegio Nacional de La Plata. Allí, docentes como Ezequiel Martínez Estrada y Pedro Henríquez Ureña le infundieron principios sólidos de profunda base humanística. Más allá de los conocimientos que adquirió, incorporó y afianzó ideales como libertad, justicia, ética, respeto, búsqueda de la verdad y participación social, que había que alcanzar con pasión, esfuerzo y sacrificio.
Al finalizar la escuela secundaria ingresó en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata. En tercer año comenzó a frecuentar el Hospital Policlínico. Asistió a las cátedras de Rodolfo Rossi o Egidio Mazzei, ambos titulares de Clínica Médica, con alumnos de sexto año. Presenciaba las operaciones de los profesores José María Mainetti, de quien captó su espíritu renovador, y Federico Christmann, de quien aprendió la simplificación y estandarización que aplicaría después a la cirugía cardiovascular. Sería Christmann quien diría, no sin razón, que para ser un buen cirujano había que ser un buen carpintero.
En el Hospital Policlínico eran recibidos casos complicados de casi toda la provincia de Buenos Aires. En los dos años, durante los que prácticamente vivió en el Hospital, Favaloro obtuvo un panorama general de patologías y tratamientos pero, sobre todo, aprendió a respetar a los enfermos, la mayoría de condición humilde. Como no quería desaprovechar la experiencia, con frecuencia permanecía en actividad durante 48 o 72 horas sin descanso.
En 1949 tuvo la oportunidad de cubrir un puesto vacante para médico auxiliar. Accedió al puesto en carácter interino y a los pocos meses lo llamaron para confirmarlo. Le pidieron que completara una tarjeta con sus datos pero en el último renglón debía afirmar que aceptaba la doctrina del gobierno. Ese requisito resultaba humillante para alguien que había formado parte de movimientos universitarios que lucharon por mantener la democracia, razón por la cual incluso había tenido que soportar la cárcel en alguna oportunidad. Poner la firma en esa tarjeta significaba traicionar sus principios. Contestó que lo pensaría, pero en realidad sabía con claridad cuál iba a ser la respuesta.
A Jacinto Arauz
Una carta enviada por un tío desde un pequeño pueblo de 3.500 habitantes en la zona desértica de La Pampa le explicaba que el único médico que atendía la población, el doctor Dardo Rachou Vega, estaba enfermo y necesitaba viajar a Buenos Aires para su tratamiento. Le pedía a su sobrino René que lo reemplazara aunque más no fuera por dos o tres meses.
Llegó a Jacinto Arauz en mayo de 1950 y rápidamente trabó amistad con el doctor Rachou. Su enfermedad resultó ser un cáncer de pulmón. Falleció unos meses más tarde. Para entonces Favaloro ya se había compenetrado con las alegrías y sufrimientos de esa región apartada, donde la mayoría de los pobladores se dedicaba a las tareas rurales.
Al poco tiempo llegó su hermano, Juan José, también médico. Juntos crearon un centro asistencial y elevaron el nivel social y educacional de la región. Con la ayuda de maestros, representantes de las iglesias, empleados de comercio y comadronas, fueron logrando un cambio de actitud en la comunidad que permitió ir corrigiendo sus conductas. Lograron disminuir la mortalidad infantil, redujeron las infecciones en los partos y la desnutrición, organizaron un banco de sangre con donantes disponibles cada vez que los necesitaban y realizaron charlas comunitarias en las que brindaban pautas para el cuidado de la salud.
El centro asistencial creció y cobró notoriedad en la zona. En alguna oportunidad Favaloro reflexionó sobre las razones de ese éxito. Sabía que habían procedido con honestidad y con la convicción de que el acto médico «debe estar rodeado de dignidad, igualdad, piedad cristiana, sacrificio, abnegación y renunciamiento» de acuerdo con la formación profesional y humanística que había recibido en la Universidad Nacional de La Plata.
Favaloro leía con interés las últimas publicaciones médicas y cada tanto volvía a La Plata para actualizar sus conocimientos. Quedaba impactado con las primeras intervenciones cardiovasculares. Renacido el entusiasmo por la cirugía torácica, fue dando forma a la idea de viajar a Estados Unidos para una especialización. Durante uno de sus viajes a La Plata manifestó ese deseo al profesor Mainetti, quien le aconsejó que el lugar indicado era la Cleveland Clinic.
Trabajó allí como residente y luego como miembro del equipo de cirugía, en colaboración con los doctores Donald Effler, jefe de cirugía cardiovascular, Frank Mason Sones Jr., a cargo del Laboratorio de Cineangiografía y William Proudfit, jefe del Departamento de Cardiología.
A comienzos de 1967, Favaloro comenzó a pensar en la posibilidad de utilizar la vena safena en la cirugía coronaria. Llevó a la práctica sus ideas por primera vez en mayo de ese año. La estandarización de esta técnica, llamada del bypass o cirugía de revascularización miocárdica, fue el trabajo fundamental de su carrera. El procedimiento cambió radicalmente la historia de la enfermedad coronaria. Está detallado en profundidad en su libro Surgical Treatment on Coronary Arteriosclerosis, publicado en 1970 y editado en español con el nombre Tratamiento Quirúrgico de la Arteriosclerosis Coronaria.
De regreso
El profundo amor por la Patria hizo que Favaloro decidiera regresar a la Argentina en 1971, con el sueño de desarrollar un centro de excelencia similar al de la Cleveland Clinic, que combinara la atención médica, la investigación y la educación, tal como lo dijo en su carta de renuncia a Effler:
«Una vez más el destino ha puesto sobre mis hombros una tarea difícil. Voy a dedicar el último tercio de mi vida a levantar un Departamento de Cirugía Torácica y Cardiovascular en Buenos Aires. En este momento en particular, las circunstancias indican que soy el único con la posibilidad de hacerlo. Ese Departamento estará dedicado, además de a la asistencia médica, a la educación de posgrado con residentes y fellows, a cursos de posgrado en Buenos Aires y en las ciudades más importantes del país, y a la investigación clínica. Como usted puede ver, seguiremos los principios de la Cleveland Clinic.» (De La Pampa a los Estados Unidos)
Con ese objetivo creó la Fundación Favaloro en 1975 junto con otros colaboradores y afianzó la labor que venía desarrollando desde su regreso al país. Uno de sus mayores orgullos fue el de haber formado más de cuatrocientos cincuenta residentes provenientes de todos los puntos de la Argentina y de América latina. Contribuyó a elevar el nivel de la especialidad en beneficio de los pacientes mediante innumerables cursos, seminarios y congresos organizados por la Fundación, entre los que se destaca Cardiología para el Consultante, realizado cada dos años.
En 1980 creó el Laboratorio de Investigación Básica -que financió con dinero propio durante un largo período- que, en ese entonces, dependía del Departamento de Investigación y Docencia de la Fundación Favaloro. Con posterioridad, pasó a ser el Instituto de Investigación en Ciencias Básicas del Instituto Universitario de Ciencias Biomédicas, que, a su vez, dio lugar, en agosto de 1998, a la creación de la Universidad Favaloro. Casa de altos estudios con Facultad de Ciencias Médicas, donde se cursan dos carreras de grado -Medicina (iniciada en 1993) y Kinesiología y Fisiatría (iniciada en 2000)- y una Facultad de Ingeniería, Ciencias Exactas y Naturales con tres carreras de ingeniería (iniciadas en 1999). La Secretaría de Posgrado desarrolla cursos, maestrías y carreras de especialización.
En 1992 se inauguró en Buenos Aires el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación Favaloro, entidad sin fines de lucro. Con el lema «tecnología de avanzada al servicio del humanismo médico» se brindan servicios altamente especializados en cardiología, cirugía cardiovascular y trasplante cardíaco, pulmonar, cardiopulmonar, hepático, renal y de médula ósea.
No conforme con ayudar a resolver los problemas de salud, el doctor Favaloro nunca perdió oportunidad de denunciar situaciones como la desocupación, la desigualdad, la pobreza, el armamentismo, la contaminación, la droga y la violencia, convencido de que sólo cuando se conoce y se toma conciencia de un problema es posible subsanarlo o, aun mejor, prevenirlo.
Recibió innumerables distinciones internacionales. Entre ellas, el Premio John Scott 1979, otorgado por la ciudad de Filadelfia, EE.UU; la creación de la Cátedra de Cirugía Cardiovascular «Dr. René G. Favaloro» (Universidad de Tel Aviv, Israel, 1980); la distinción de la Fundación Conchita Rábago de Giménez Díaz (Madrid, España, 1982); el premio Maestro de la Medicina Argentina (1986); el premio Distinguished Alumnus Award de la Cleveland Clinic Foundation (1987); The Gairdner Foundation International Award, otorgado la Gairdner Foundation (Toronto, Canadá, 1987); el Premio René Leriche 1989, por la Sociedad Internacional de Cirugía; el Gifted Teacher Award, por el Colegio Americano de Cardiología (1992); el Golden Plate Award de la American Academy of Achievement (1993); el Premio Príncipe Mahidol, otorgado por Su Majestad el Rey de Tailandia (Bangkok, Tailandia, 1999).
Dedicó gran parte de su tiempo a la enseñanza, tanto a nivel profesional como popular. Publicó Recuerdos de un médico rural (1980); De La Pampa a los Estados Unidos (1993) y Don Pedro y la Educación (1994) y más de trescientos trabajos de su especialidad. Su pasión por la historia lo llevó a escribir dos libros de investigación y divulgación sobre el general San Martín: ¿Conoce usted a San Martín? (1987) y La Memoria de Guayaquil (1991).
Fuente: Fundación Favaloro
Pensamientos de René Favaloro
*Todos somos culpables, pero si hubiera que repartir responsabilidades las mayores caerían sobre las clases dirigentes. ¡Si resurgiera San Martín caparía a lo paisano varias generaciones de mandantes! (De Recuerdos de un médico rural)
*Ha llegado el momento, insisto, de detener el girar constante de nuestro planeta. Examinarlo, examinarnos, hacer el diagnóstico correcto y buscar todos juntos el tratamiento adecuado. Sólo lo lograremos si entendemos que estamos convocados por un compromiso ineludible: debemos luchar por una sociedad más justa y equitativa, sin prejuicios de ninguna índole. Sólo lo lograremos si no nos apartamos nunca de los lineamientos éticos basados en el respeto a la dignidad del hombre.
Debemos trabajar, trabajar y trabajar con pasión. Siempre habrá tiempo para el ocio fecundo, en beneficio de todos. Hemos de esforzarnos para mejorarnos individualmente pero entendiendo que formamos parte de una sociedad que demanda nuestra participación. Cuanto más destacada sea nuestra posición individual más grande será nuestro compromiso social. Ha llegado la hora de trabajar con humildad y modestia verdaderas. Hay que aprender a no marearse con las alturas de la montaña. En la montaña de la vida nunca se alcanza la cumbre. (Mensaje de René Favaloro a los estudiantes reunidos en Glacier Park Lodge, Montana, Estados Unidos, 1993. De «Don Pedro y la educación»)
*Los progresos de la medicina y de la bioingeniería podrán considerarse verdaderos logros para la humanidad cuando todas las personas tengan acceso a sus beneficios y dejen de ser un privilegio para las minorías. (Buenos Aires, Congreso de Bioingeniería 1999)
*Estoy convencido de que a esta sociedad consumista, cegada por el mercado, la sucederá otra que se caracterizará por el hecho trascendente de que no dejará de lado la justicia social y la solidaridad. (Congreso de Bioingeniería 1999)
*En cada acto médico debe estar presente el respeto por el paciente y los conceptos éticos y morales; entonces la ciencia y la conciencia estarán siempre del mismo lado, del lado de la humanidad. (Congreso de Bioingeniería 1999)
*Es necesario insistir una vez más que si no estamos dispuestos a comprometernos -principalmente los universitarios- a luchar pos los cambios estructurales que nuestro país y toda Latinoamérica demanda -principalmente en educación y salud- seguiremos siendo testigos de esta sociedad injusta donde parece que el tener y el poder son las aspiraciones máximas.(De «Recuerdos de un médico rural»)
*¿Escucharemos alguna vez los mensajes que nos legaron con sus vidas y sus libros Sarmiento, Hernández, Hudson, Mallea, Martínez Estrada, Agustín Álvarez, Luis Franco, Julio Irazusta, Henríquez Ureña (por no citar sino algunos pocos) o seguiremos siendo testigos de la decadencia de la sociedad de consumo? (De «Recuerdos de un médico rural»)
*Por sobre todo deseo mostrar cómo, mediante una planificación ordenada, con decisión y tremendo esfuerzo, pudieron realizarse cambios a nivel comunitario que hoy, luego de muchos años, siguen teniendo en mí una vivencia real y cercana quizá porque representan la parte más importante de mi vida, la que ha dejado a través de profunda convivencia huellas que son imborrables en el fondo de mi alma. (De «Recuerdos de un médico rural»)
*Existe en el país enorme cantidad de tierra improductiva -mucha de ella fiscal- a la que hay que agregar en estos últimos años centenares de miles de hectáreas que están allí, al lado de los diques construidos desde Cabra Corral hasta El Chocón, esperando la mano del hombre para derramar el agua y traer progreso al país. Sabemos, por ejemplo, que medio millón de hectáreas bajo riego en California produce la inmensa mayoría de vegetales que consumen los 220.400.000 habitantes de Estados Unidos de América. Es fácil predecir lo que se podría hacer transformando más de dos millones de hectáreas dormidas al pie de nuestros lagos con el esfuerzo mancomunado del hombre y del Estado. (De «Recuerdos de un médico rural»)
*Debe entenderse que todos somos educadores. Cada acto de nuestra vida cotidiana tiene implicancias, a veces significativas. Procuremos entonces enseñar con el ejemplo.
(Conferencia «Ciencia Educación y Desarrollo», Universidad de Tel Aviv, mayo de 1995)
El 29 de julio de 2000 llegaría el tiro que resonó en corazones argentinos.