Como la montaña, lagos y ríos contienen singular atractivo que incentivan el espíritu aventurero. Junto a protagonistas cuyas excursiones no quedaron registradas, la transparencia líquida fue escenario de osadas incursiones a las que someramente hacemos referencia así como a descripciones que perduraron.
El curso de la exploración del Río Limay desde Patagones hasta la naciente en el lago llevada a cabo por el teniente Eduardo O´Connor en 1883, fue desandado en 1933 por el doctor Oscar Fermín Lapalma (jurisconsulto y magistrado de Río Negro cuando era territorio) y Helmut Riechert. Entre el 2 y 17 de diciembre desafiaron el cauce hasta Viedma en un bote de lona.
Precursores de la práctica del canotaje, los hermanos Jorge, Juan, Augusto (padre e hijo) Vallmitjana, Otto Meiling y Hans Lauer cruzaron la cordillera por aguas del río Manso en octubre de 1956 recorriendo setecientos veinticinco kilómetros combinando navegación y andinismo para arribar al Océano Pacífico. Fue entre el 1 y el 20 de octubre. El punto de partida y de llegada fue San Carlos de Bariloche. La vía utilizada en el viaje de ida hasta el océano Pacífico fue el curso del río Manso. El regreso desde el seno de Reloncaví fue por la clásica ruta del Lago Todos los Santos, Laguna Frías y lago Nahuel Huapi.
Nahuel Huapi, el mago de la luz y de los colores
(De: Alberto María De Agostini. Infatigable explorador, investigador y fotógrafo, el sacerdote recorrió Los Andes patagónicos. Fotógrafo de la Patagonia y Tierra del Fuego, en 1949 publicó “Nahuel Huapi” con magníficas vistas del lago y sus alrededores. Texto incluido por el autor en “La naturaleza en los Andes de la Patagonia Septentrional. 50 vistas y 2 panoramas”, Sociedad Editorial Internazionale, Torino, 1935)
En la historia de los antiguos viajes de exploración a través de la Patagonia, se alude con frecuencia a una hermosa leyenda, llena de poesía y misterio, la cual por más de un siglo llenó de inquietud a los primeros exploradores de aquellas apartadas regiones. Es la leyenda de la Ciudad de los Césares, ciudad fantástica y llena de hechizos, que la imaginación soñadora de los españoles, buscadores de oro, había colocado en uno de los rincones más apartados de la cordillera andina, a orillas de un pintoresco lago llamado Nahuel Huapi.
El padre italiano Nicolás Mascardi, misionero jesuita en Chiloé, fue el primero que acometió la ardua y arriesgada empresa sin que le fuera dado hallar vestigios de la fantástica Ciudad (…) quedando desbaratado el hechizo de aquella poética leyenda. Más, si habían desaparecido los legendarios palacios de los Césares con sus fabulosos tesoros, el atrevido misionero encontró en cambio la majestuosa belleza de un paisaje, que asombróle y sedújole potentemente.
Allí cerca divisó deslumbradora y altísima en la pureza inmancillada de sus nieves, la soberbia cima del Tronador, oyó el sordo fragor de sus aludes retumbando en la inmensa soledad de la floresta, a cuyos ecos los indios atemorizados doblaban sus frentes, creyéndolo signo de la ira de los dioses, que su ruda inteligencia había colocado en aquel nuevo Olimpo.
Contempló embelesado los solitarios lagos envueltos en misterioso hechizo, cuyas tersas superficies, ora de esmeralda, ora de topacio, reflejaban las sombras de la floresta, al paso que en torno de ellos espumantes cascadas se precipitaban en profundas simas, dibujando cuadros maravillosos, muy superiores en belleza a los que había supuesto la imaginación ardiente de los españoles. La inmensa cordillera de Los Andes, en efecto, tan rica de bellezas naturales, en ningún otro punto presenta reunidos tantos y tan variados panoramas, como en la zona comprendida entre los lagos Nahuel Huapi y Esmeralda -más conocido con el nombre De Todos los Santos-.
El lago Nahuel Huapi, el mago de la luz y de los colores, con sus puestas de sol llameantes, con sus florestas pobladas de hayas y cipreses, con sus fiordos solitarios, ocultos entre altísimas montañas, donde las aguas cristalinas van a perderse en remotas playas cantando blandamente, despliega a los ojos del atónito viajero las primeras visiones fascinadoras de sus bellezas naturales (…).
Por el río Limay, llega Eduardo O´Connor
(Extractado de la relación incluida en el libro La Patagonia Mágica del historiador Néstor Tomás Auza -Ediciones Marymar, Buenos Aires, 1977-. Fuente: O´Connor, Eduardo. Informe de la exploración del Río Limay y Lago Nahuel Huapi, en Memoria del Ministro de Guerra y Marina. Año 1884, t. I, páginas 64/66).
El gobierno nacional encomendó al teniente de la Armada Eduardo O´Connor la exploración del Río Limay en toda su extensión y, en especial, de la región fluvial comprendida entre la confluencia del Limay y Collón Cura, y de ahí hasta la naciente del río en el lago Nahuel Huapi. Partió en septiembre de 1883 desde Patagones a bordo del vaporcito Río Negro. Logró llegar hasta la confluencia. Desde allí debió sustituir el vapor por una lancha y un chinchorro. Tras veintitrés días, el 12 de diciembre el capitán y sus marineros ingresaban al Nahuel Huapi. Los primeros por la vía del Limay, navegando el río desde el Atlántico.
Antes, el marino español Basilio Villarino remontó el Río Negro hasta la confluencia del Limay con el Collón Cura (1782-1783). También desde el Atlántico, intentaron llegar al gran lago, sin lograrlo, el coronel Martín Guerrico en 1872 y el teniente coronel Erasmo Obligado en 1881 y 1882.
Señalaba O´Connor en su informe:
El 12 de diciembre hicimos campamento en Cabo Campos, llamado así en recuerdo de la heroica muerte de un esforzado veterano del mismo nombre, que sucumbió víctima de su deber al cruzar el Limay en cumplimiento de órdenes superiores.
Nos encontrábamos por fin a las puertas del gran lago. El lago Nahuel Huapi, por tanto tiempo ignorado y desconocido, que guardaba tenazmente los secretos de sus orillas, ocultado por las altas cumbres andinas, preparábase por primera vez a dejarse ver, mostrándonos sus recónditos e impenetrables misterios.
Dejábamos a nuestra espalda el histórico cerro del Carmen donde el general Villegas colocó el pabellón argentino en marzo del 81, como marcando el último jalón de su expedición, y a nuestra izquierda, como centinela avanzada del lago, destacábase la inmensa masa del Tequel Malal, antigua residencia de los jesuitas y donde por algún tiempo la tradición ha colocado la fabulosa Ciudad de los Césares.
Así, franqueando estos monumentos simbólicos, manifestación elocuente del empuje civilizador, representado el uno por la fuerza de la espada y el otro por la fuerza de la cruz, entramos en el lago, presentóse a nuestra vista un grandioso panorama en forma de inmenso anfiteatro que se desarrolla en un horizonte de miles de metros
Al frente despliégase una dilatada superficie líquida de una extensión aproximada de tres leguas, de contornos parabólicos, perdiéndose en lontananza y teniendo por base una extensa cadena de montañas de cimas altísimas, cubiertas de nieve. Nada más imponente y caprichoso que la disposición de las crestas salientes de las montañas.
Monolitos gigantescos de varias formas, elévanse a las nubes, figurando ruinas de castillos fantásticos, restos de ciudades destruidas por convulsiones volcánicas, bosquejos de fortificaciones, torres truncadas, cimientos de construcciones sin concluir y, en fin, contornos de objetos y seres extraños como la imaginación más rica puede forjar.
Y toda esta masa caprichosa se refleja en sus más nítidos detalles sobre la superficie tranquila y tersa del lago, que nos ofrece una hermosa coloración azul oscuro bajo un cielo límpido y sereno; nos era casi difícil distinguir con el anteojo la línea real donde terminaba la sierra y empezaba su reproducción en el lago.
La inmensa superficie líquida sólo es interrumpida por una gran isla cubierta de vegetación, y cuyo relieve se destaca sobre el lago por montañas regulares de más de cien metros de elevación.
El silencio es solemne y ningún ruido interrumpe la tranquilidad de las aguas en sus raros días de calma. La superficie se presenta entonces uniforme e igual como un espejo de plata.
Navegación, navegantes
(Fuentes: Crónica Histórica del lago Nahuel Huapi de Juan Martín Biedma y “Bariloche ¡cuando era ayer!” del ingeniero Julio Argentino Riesgo).
Los rápidos del Limay eran considerados peligrosos y difíciles de vencer. Cuando el almirante O´Connor –entonces teniente- logró superarlos y llegó al Nahuel Huapi por el Limay, los soldados le dijeron: ha logrado usted una gran victoria.
O´Connor les respondió: Digan una modesta victoria…
Ellos decidieron bautizar la lancha vencedora con ese nombre. Después se dio ese mismo nombre a la principal de las naves que surcan el lago Nahuel Huapi. (Vuriloche, guía turística novelada de Bariloche de Angélica Fuselli, Buenos aires, 1968)
Década del 40. Al problema de la navegación había que sumar el del fondeadero y muelle de embarque. El construido por Primo Capraro, de madera, estaba en malas condiciones. Fue considerada la posibilidad de llevar el atracadero a Puerto Moreno, luego desechada, y construido uno de cemento bajo la dirección del ingeniero Evaristo Repossini, técnico de la Dirección de Navegación y Puertos. El 24 de marzo de 1958 un incendio lo destruyó parcialmente.
La Modesta Victoria y otras embarcaciones pudieron ser retiradas a tiempo, no así los lanchones que fueron destruidos por las llamas. Este embarcadero estaba signado por el infortunio.
Fue protagonista de otra desgracia el 22 de mayo de 1960 a las 16.15 cuando una gigantesca ola arrasó el muelle. Ese día nada hacía presagiar ese fenómeno, producido en conexión con el más intenso terremoto del que se tenga registro con epicentro en la chilena Valdivia. El agua del lago se retiró de la costa y volvió como una gran ola. A la destrucción del muelle sumó el hundimiento de la lancha Sayhueque. La Modesta Victoria, después de romper de un tirón el cable de acero que la ataba al muelle, quedó al garete y fue rescatada por miembros de la tripulación que llegaron con un bote. No sufrió daños. Aquel día fallecieron ahogados los vecinos Julio Guillermo “Lulo” Frattini y Andrés Kempel.
En la década del 30 la mayoría de las unidades de la flota lacustre era obsoleta. El vaporcito Cóndor -verdadera reliquia flotante en la que habían navegado Francisco Pascasio Moreno, Bailey Willis, Thomas Holdich y Teodoro Roosvelt- y el Helvecia, habían naufragado.
Quedaban algunas lanchas y el Patagonia, construido por el capitán Otto Mühlenfordt en la isla Victoria para Aarón Anchorena. Transferido sucesivamente al Ministerio de Agricultura, a Ferrocarriles del Estado, a Prefectura, radiado de servicio, fue trasformado en confitería sobre la costa del lago Nahuel Huapi en la avenida Bustillo a la altura del kilómetro 2. Aproximadamente en 1943 fue consumido por las llamas.
Un pequeño vapor diseñado por el ingeniero argentino Hugo Gameralli, el Modesta Victoria, cambió la navegación del lago. Construido en Ámsterdam, fue traído desarmado en el vapor Arlanza y luego en cajas por ferrocarril. Para reconstruirlo fue armado un varadero en las proximidades de la estación ferroviaria. El nombre fue adoptado por iniciativa del presidente Agustín P. Justo en recuerdo de la embarcación comandada por el teniente Eduardo O´Connor.
Botado el 10 de noviembre de 1938, las hélices fueron bendecidas y María Luisa O´Connor rompió en el casco la clásica botella de champaña. Entró en servicio en enero del año siguiente.
Cuando llegó a la aldea, Otto Mühlenpfordt tenía 27 años. Nacido en Wiesbaden, provincia de Hessen (Alemania), era ingeniero naval y llegó a ser capitán de ultramar. Empleado por la Compañía Chile Argentina para transportar mercaderías entre lagos, vía cordillera, inició su actividad al timón del Cóndor continuándola luego al mando del Pampa, el Patagonia, el Cachirulo y el Helvecia, en 1911. Puerto Anchorena en la isla Victoria era el lugar de construcción y botadura de toda embarcación. Allí administraba sus bienes y hacienda Aarón Anchorena desde 1902.
En julio de 1897 cuando el naturalista sueco Pedro Dusen llegó a adyacencias de la chacra de Nazario Lefipán, conoció al vasco Fermín Salaverry, entonces peón de campo y mulas. Mediante él, a un callado, sobrio, bonachón y grumete de mar: Nicolás Márquez, nacido en junio de 1881 en un pueblecito de la costa oriental de la isla de Chiloé. El mejor maestro, su propio hermano y otrora “el capitán de la aldea”, Daniel, quien mandara el Cóndor desde su botadura en 1899 y siguiera siendo su patrón hasta el 27 de junio de 1939. Con 14 años, buena lección tuvo y difíciles vías de agua debió recorrer para aventurarse con sus sueños marinos aquende la cordillera en este Nahuel Huapi en 1895 experimentando emociones con una dalca y dos cortos remos en una época de supersticiones.
Del Nahuel Huapi al Pacífico en canoa
Los hermanos Vallmitjana -Jorge, Juan, Augusto padre- y el joven Chachi, Otto Meiling y Hans Lauer fueron protagonistas de una hazaña que no volvió a repetirse. Unieron el lago Nahuel Huapi con el Océano Pacífico, travesía que iniciaron el 1 de octubre de 1956 en Puerto Moreno y concluyeron el 21 del mismo mes en el antiguo puerto de San Carlos de Bariloche.
La vía utilizada en el viaje hasta el océano Pacífico fue el curso del río Manso en cuyas turbulentas aguas varias veces estuvieron a punto de zozobrar. El regreso desde el seno de Reloncaví fue por la clásica ruta del Lago Todos los Santos y Laguna Frías.
Recorrieron setecientos veinticinco kilómetros en una mezcla de navegación y andinismo ya que cascadas y saltos obligaban a veces a llevar en hombros las canoas de lona. Introdujeron la práctica del canotaje y lo cultivaron con entusiasmo.
Ese mismo año, a los pocos días de regresar de aquella aventura, Meiling bordeó a pie el lago Nahuel Huapi empleando ciento veinte horas de marcha para recorrer trescientos treinta kilómetros junto a Heriberto Reichert. Fue entre el 18 y el 28 de noviembre de 1956.
Realizados los planos de las embarcaciones, que construyeron basándose en el kayak del joven Augusto “Chachi” Vallmitjana (16 años), y estudios sobre el terreno a explorar; el grupo partió desde puerto Moreno hacia los lagos Gutiérrez, Mascardi, Felipe, Martin y Steffen. Por el río, arribaron al lago Tagua Tagua en Chile, a la cascada que descendieron hasta el remanso del Huala. Por el Seno del Reloncaví, a las aguas del océano Pacífico.
Remontando hasta Ralún, el arribo a Todos los Santos con las canoas al hombro. Desde allí, navegando hasta Peulla, traslado en camión hasta Laguna Frías y arribo a Puerto Blest a las 16 del 20. Inesperado oleaje por un inusual viento del este demoró la navegación hacia la costa sur del Nahuel Huapi. La Isla de las Gallinas fue el lugar escogido para descansar. El 21 de octubre a las 10 los exploradores fueron recibidos en el puerto con muestras de júbilo de pobladores y la banda de música del Ejército.